No yo, claro, sino mi exesposa, a la que acompañé en todo el proceso. En los dos partos, el de mi hijo y,
dos años después, el de mi hija, estuve presente. Y esta es la, pequeña para los demás y grande para mí, historia.
1998. Nuestro hijo al parecer estaba muy cómodo en su hogar prenatal y/o no quería enfrentarse a este mundo cruel. Llegó la semana 40 y nada. Las revisiones mensuales primero y semanalas después se convirtieron en dos veces por semana. Siempre la misma historia. La madre, bien; el hijo por nacer, bien; pero no hay señales deque quiera llegar al otro lado del mundo. ¿Quiere esperar o provocamos el parto? La madre (el padre en Estados Unidos no cuenta nada, salvo para aconsejar a la madre, si esta lo desea) decidía esperar. Hasta que un ginecólogo dijo que su opinión era que ya estaba bien de esperar, que 42 semanas eran demasiadas, y que había que animar al muchacho a que pasara por el canal uterino. Aconsejó, sin presionar, pero firmemente, que había que inducir el parto. Hablamos la madre y yo y ella le comunicó que decidía seguir su consejo. La hospitalizaron por la tarde, le indujeron el parto, pero después de toda la noche no nacía. Todo estaba bien pero eso, que no quería venir a este mundo. El ginecólogo jefe de la unidad, cuando entró de turno, por la mañana, dijo que el bebé era muy grande y que por ello podría haber problemas durante el parto, razón por la cual aconsejó una cesárea. Lo hablamos la madre y yo y ella siguió el consejo. Firmó un montón de papeles (yo ninguno, ya saben, el padre no cuenta) y al poco rato se la llevaron en la cama con ruedas a uno de los quirófanos preparados especialmente para hacer cesáreas. Llegados a un punto me dijeron que yo no podía avanzar más por ahora, que la iban a preparar y que cuando estuviera lista, antes de empezar la cesárea, me avisarían para que la acompañara en el nacimiento. Así lo hicieron. Entré, empezó la cesárea con la madre anestesiada de cintura para abajo, alguien gritó "es niño" (en español), separaron las dos partes de una pulsera doble, una parte fue a parar a la muñeca del niño y la otra a la muñeca de la madre, le lavaron, le pusieron al bebé el clásico gorrito de lana (dicen que la mayor parte del calor se va por la cabeza), le vistieron (todo lo más rápidamente posible, para evitar una larga separación entre hijo y madre tras el nacimiento) y se lo dieron a la madre. La cesárea terminó, me dijeron que debía esperar fuera, lo hice y al rato salieron en la misma cama con ruedas madre e hijo. Ningún reproche, ni mío ni de la madre, en todo el proceso.
2000. Nuestra hija, a diferencia de su hermano, estaba entusiasmada por conocer este mundo y decidió nacer en la semana 37. Fuimos al hospital, internaron a la madre, le pusieron el monitor externo de las pulsaciones del corazón de la niña, que eran normales, y a esperar que las contracciones fueran haciendo el resto. Cuando de pronto ese monitor de las pulsaciones del corazón de la niña se fue a cero. La enfermera pulsó el botón de emergencia y aquello fue una locura. Un montón de profesionales aparecieron, revisando cada cual una cosa. Uno de ellos, supongo que el jefe, le dijo a la madre que tenía que meter la mano en el canal uterino para alcanzar la cabeza de la niña y conectarla directamente al monitor de las pulsaciones del corazón, que sería doloroso, pero que no había otro opción. La madre dijo que sí inmediatamente. Metió la mano, teniendo cuidado de hacer el menor daño posible a la madre, y cuando conectó el sensor directamente a la cabeza de nuestra hija el monitor volvió a mostrar unos números normales de pulsaciones. ¡Menudo alivio cuando pensabamos que la niña había sufrido un paro cardiaco dentro del útero materno! En ese momento mi exesposa le comunicó al jefe del equipo que quería una cesárea de emergencia, porque deseaba que la niña naciera ya, para no correr más riesgos. Le preguntaron que si estaba segura y ella dijo que completamente. Entonces se llevó a cabo el mismo proceso ya relatado anteriormente en el nacimiento de mi hijo (con la diferencia de que alguien gritó "es niña", también en español). La única diferencia es que le hicieron a la niña un electrocardiograma en el mismo quirófano, cuyos resultados fueron completamente normales (nadie supo la razón por la que el monitor de las pulsaciones del corazón se fue a cero y nos provocó unos momentos auténticamente dramáticos; supongo que fue algún tipo de fallo técnico). Como en el caso del nacimiento de mi hijo, ningún reproche por el procedimiento, ni por mi parte ni por la de la madre.
Cuento eso porque quedé totalmente sorprendido por la brutal historia de un nacimento que se produjo en España ¡doce años después del nacimiento de mi hija!, cuando se supone que la ética de los procedimientos y el respeto a los pacientes debían ser mucho mayores que más de una decada atrás. Simplemente no concibo que a una mujer que está dando a luz se la trate de esa manera. Menos aún que la Justicia (¿de verdad?) le diera la razón a los "profesionales" sanitarios culpables de ese drama. Supongo que son problemas inherentes al sistema sanitario español, que convierte a los trabajadores en dicho sistema en personajes que se creen superiores y que no necesitan dar cuentas a nadie de sus decisiones, incluidos los pacientes.
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