El general Serguei Surovikin, nombrado por Vladimir Putin hace tres meses como el máximo responsable de la guerra con Ucrania, ha hecho honor durante este tiempo a su apodo, el carnicero, atacando sin piedad por todos los medios a su alcance a la población civil ucraniana.
Pero ello no ha sido suficiente para doblegar a Ucrania, ni tan siquiera para cambiar un poco el rumbo actual de la guerra y que el ejército ruso conquistara algo de terreno. Rusia sigue perdiendo posiciones y lo más que ha conseguido últimamente, debido al durísimo invierno, es mantener una cierta parálisis en la geografía de los frentes, a la espera de que llegue la primavera y se reanuden las operaciones militares en toda su crudeza. Y Putin no está contento con el retroceso. Así que, solamente tres meses después, le ha destituido del cargo.
No parece que el general que dirija la guerra sea algo determinante. Más bien la ayuda militar llegada del exterior a Ucrania y la incompetencia del ejército ruso. Veremos si ello sigue dando los frutos deseados y Ucrania continúa su avance.
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