¿Recuerdan cuando aparecían escándalos de abusos sexuales protegidos por el silencio de la jerarquía de la Iglesia Católica? ¿Recuerdan también que parecían afectar a todos los países menos a España? Es que en España, decían, no es que se esté ocultando algo, sino que no se produjo. Claro, hasta que reventó el silencio de protección y la negra realidad salió a la luz, copando titulares y llegando hasta el Parlamento.
Pues en ese mismo punto estamos ahora con los abusos sexuales dentro de la industria del cine. Pareciera que los estadounidenses son unos perversos y los españoles unos santos, porque en España no es que se proteja a los poderosos del cine, es que simplemente siempre se han sabido comportar decentemente. Tal vez lo de Estados Unidos sea verdad, pero sin duda no lo de España. Ya han salido algunos casos, pero, excepto el último de los Premios Feroz, todas las actrices que han hablado lo han hecho sin citar nombres. Es la punta del iceberg. ¿Miedo al poderoso? Es lo que parece.
¿Y dónde están los alegres chicos (y las alegres chicas) de la izquierda, pidiendo claridad y explicaciones? ¿Y dónde la investigación de El País, que tan diligentemente (y no es ironía) la hizo sobre los abusos sexuales en la Iglesia Católica, pero que ahora mira hacia otro lado? ¿Y dónde alguna mención al tema en el Parlamento? ¿No será que como afecta a ese llamado mundo de la cultura, tan izquierdista él, hay mucho miedo a que salpique a algunas (o muchas, quién sabe) de sus vacas sagradas, también izquierdosas?
Volvemos a lo mismo de siempre. Se denuncia y condena lo que hace el adversario, pero se oculta y silencia lo que hace el aliado. Vaya porquería.
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