Ya, claro, supongo que es mejor hacer el cine que uno quiere subvencionado por los impuestos de todos los contribuyentes, que luego, como es el caso español, pasan olímpicamente de ir a ver las películas que ellos ya han pagado, porque, salvo excepciones, son ideológicamente extraordinarias, pero de pésima calidad desde el punto de vista puramente de un espectador que lo único que quiere es ver una película. Mandan narices con este idealismo progre pagado por todos.
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