Un atentado terrorista suicida cerca de una de las puertas de entrada en el aeropuerto de Kabul ha dejado al menos 60 víctimas mortales, entre ellas 13 marines estadounidenses.
Vaya por delante que los responsables de esos asesinatos son únicamente los terroristas que los han perpetrado. Pero está totalmente claro que la desorganizada retirada estadounidense les ha facilitado mucho las cosas. Otro cantar hubiera sido si los militares estadounidenses hubieran controlado Kabul o al menos hubieran podido hacer que no hubiera multitudes en las cercanías del aeropuerto, añadiendo al desastre que esas multitudes sin identificar estaban muy cerca de los militares estadounidenses. Demasiado cerca, como se ha demostrado. Ahora, claro, se añadirán barreras de seguridad. Después de pajaro ío, palos en el nío, que reza el refrán.
Dice Biden, además de las consabidas condolencias y demás, que ha pedido a los militares planes para atacar al grupo que ha reinvidicado el atentado, el Estado Islámico en su versión afgana, enemigos de los occidentales y de los talibanes. No dispone de mucho margen de maniobra si no quiere que la opinión pública estadounidense se le eche encima, teniendo en cuenta que estamos hablando del ataque con más militares estadounidenses muertos en bastantes años. Veremos como devuelve el golpe.
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