Está claro que los talibanes son una pandilla de fanáticos musulmanes. Pero parece que también han dejado un poco del lado su idealismo y han abrazado, al menos algo, el pragmatismo.
He podido ver que en la televisión una mujer con la cara descubierta entrevistó a un líder talibán. También se pueden ver mujeres con la cara descubierta por Kabul sin que sean molestadas por los talibanes que patrullan la ciudad; unas son reporteras, otras incluso se manifiestan (algunas fotos debajo de este texto). Igualmente, en el plano estudiantil, las chicas siguen asistiendo a las escuelas secundarias y a la universidad (y los talibanes han dicho que esto seguirá así).
¿Se mantendrá todo ello en el tiempo o dentro de pocos días, cuando el gobierno talibán empiece a dictar normas, estos fanáticos se lo cargarán todo? Lo que han hecho en las zonas rurales apunta a lo segundo.
Pero Kabul dista mucho de ser rural. La capital afgana es con muchísima diferencia la zona del país donde una cierta libertad se hizo fuerte durante la época prooccidental (tal vez la única, pues casi todo el resto del territorio seguía anclado en comportamientos conservadores musulmanes medievales).
Tal vez los talibanes opten por querer ganarse a los (y, en este caso con toda propiedad, las) habitantes de Kabul y también en intentar desmostrar a la comunidad internacional que ya no son los salvajes de hace veinte años, para que vuelvan a reabrir sus embajadas y reconocerlos como gobierno legítimo.
Repito, tal vez. La esperanza es lo último que se pierde.
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