Sánchez podrá ser un político mediocre, pero tiene un instinto de supervivencia política más allá de lo común. Cuando está al borde del abismo saca lo mejor de él (o lo peor, depende como se mire) para no precipitarse en el mismo. Porque está acostumbrado a vivir políticamente al filo de lo imposible. Y en estos momentos pareciera, con la que está cayendo, que tiene sus días contados.
Pero hasta el rabo todo es toro. Y Sánchez podría sacar de su chistera un conejo en forma de nada más y nada menos que reforma constitucional: anuncio de referémdun y convocatoria de elecciones generales, elecciones (2022), referémdum, mareamiento de perdiz con el tema durante toda la legislatura, al final de la misma aprobación de la propuesta de reforma constitucional y disolución de las Cortes, nuevas elecciones (2026), ratificación de la decisión de reforma constitucional y estudio del nuevo texto constitucional, votación de dicho texto constitucional, referéndum obligatorio sobre el mismo, disolución de las Cortes, elecciones (2030), nueva legislatura con temas difentes, y elecciones al final de la misma.
¿Imaginaciones mías? Puede ser (ojalá). Pero también es muy probable que ese sea el plan. Una reforma constitucional que según los sondeos socialistas aprueba nada más y nada menos que el 70% de los españoles. Y de la que el PP no quiere ni oír hablar. Lo que podría rentabilizarlo el PSOE electoralmente a su favor. Y por lo tanto salirle el plan bien. Lo que llevaría a Pedro Sánchez a poder permancer en La Moncloa trece años más (sí, hasta 2034). Los que sumados a los tres que ya lleva le podrían dar dieciseis años como Presidente de Gobierno, muy alejado de los trece y medio de González.
¿Política-ficción? Es posible. O no. Porque de lo que no me cabe la menor duda es de que dicho plan ha estado, está y estará en la mesa de trabajo de Pedro Sánchez.
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