Fueron las terceras elecciones generales de
la reciente etapa democrática y las primeras en las que voté. Como ya he comentado por aquí, me puse doble mascarilla y voté a la Alianza Pupular del exministro franquista Manuel Fraga, por mi manía del voto útil.
Recupero el tema porque hace unos días leí un interesante artículo de Mario Vargas LLosa que recomiendo, Votar “bien” y votar “mal”, que puse en mis favoritos hasta ahora.
Vargas Llosa resume el tema en una frase: votar “bien” es votar por la democracia; votar “mal” es votar contra ella, y lo ilustra con la Venezuela de Chávez y el hecho de que, dice, me quedé asombrado de que hubiera tantos —entre ellos, varios empresarios— que, entusiasmados, se preparaban a votar por él.
Y es que aún hoy sigue habiendo estúpidos políticamente que defienden esa enorme majadería de el pueblo nunca se equivoca. Cuando ese pueblo no es más que la suma de individuos que continuamente toman (tomamos) decisiones equivocadas, y una de ella puede ser (y la historia está llena de casos) la de elegir su voto.
Pero, volviendo al texto de Vargas Llosa, sin duda votar por un antidemócrata es un enorme error. Pero las equivocaciones, incluso graves, no están circunscritas exclusivamente a ese tema de máximos.
El caso que menciono aquí, las elecciones españolas de 1982, venían precedidas de señales que apuntaban al error de votar al PSOE. Algunos hoy en día idealizan aquellos tiempos de la Transición, pensando que todo era paz política. Nada más lejos de la realidad. Concretamente en el caso que nos ocupa los socialistas nunca encajaron su derrota en las elecciones de 1979, ya que consideraban que su tiempo para llegar al Gobierno era ya. Y en consecuencia iniciaron una campaña de acoso y derribo contra Adolfo Suárez, capitaneada por un siniestro Alfonso Guerra, en la que simplemente pusieron en favor del fin (acabar políticamente con Suárez) todos los medios (buenos y malos).
Y llegaron las mentadas elecciones de 1982. En ellas los españoles, además de la derechona AP de Fraga (a la que yo voté), tenían a un partido de centroderecha que había pilotado éxitosamente la Transición, la Unión de Centro Democrático, con un líder muy competente, Landelino Lavilla, además de en el otro espectro al centroizquierdista Centro Democrático y Social, de reciente creación por Adolfo Suárez, que había sido el personaje que dirigió la vuelta a la democracia. Resumiendo, los españoles tenían a dos partidos muy aseados a los que podían votar, una de centro derecha y otro de centro izquierda, cada uno de ellos con un líder al frente muy capacitado.
Pero no. Eligieron votar al PSOE. Las consecuencias inmediatas fueron dramáticas. Expropiación de RUMASA, establecimiento de una red de financiación ilegal del partido (FILESA, MALESA, Times Sport), creación de un chapucero terrorismo de Estado en la lucha contra ETA y, por supuesto, incumplimiento de su promesa estrella de la creación de 800.000 puestos trabajos. Escribo de memoria, pero tirando de documentos se podría demostrar que el desastre fue mucho mayor (y ahora estos dos, González y Guerra, Guerra y González, van pontifando por ahí en plan hombres de Estado, que tiene narices la cosa). Como por ejemplo cuando (y sigo escribiendo de memoria) un, repito, siniestro Alfonso Guerra, ya como vicepresidente del Gobierno, daba desde la tribuna del Congreso algunos datos no públicos de políticos de la oposición, como prueba de la información que poseía de ellos, añadiendo que mejor que no molestasen mucho o daría más datos y más comprometedores.
Y aún así los españoles persistieron en votar al PSOE de Felipe González y Alfonso Guerra en las elecciones de 1986, dándole otra mayoría absoluta, mientras que al CDS de Adolfo Suárez le otorgaron unas migajas. Y otra absoluta en las de 1989. Y todavía consiguieron ganar por mayoría simple en 1993. Porque no sería hasta 1996 cuando el PSOE perdió, y por los pelos, unas elecciones.
De aquellos polvos gonzaleroguerristas estos lodos sanchianos. Definitivamente sí, se puede votal mal.
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