Es evidente que la guerra que Pablo Casado le ha declarado a Isabel Díaz Ayuso no es algo coyuntural, sino que se va a mantener en el tiempo. También es evidente que Pablo Casado no puede ser tan idiota como parece ni tan políticamente suicida como aparenta. Hay algo más.
Ese algo más es que el líder pepero ve un peligro cierto en la madrileña. Esta claro que el PP de la Comunidad de Madrid es mucho PP. Y el palentino no quiere dejarlo en manos de alguien que ha perdido su confianza. Teme que pase lo que sucedió con Esperanza Agurre o Cristina Cifuentes. O algo peor. Y no quiere contrapoderes de ningún tipo.
Por eso Casado ha decidido hacer una clara apuesta contra Ayuso. El problema de las apuestas es que se pueden ganar o perder. El presidente pepero lo está fiando todo a que el voto ayusista (que lo hay, y mucho, y no solamente en Madrid; de lo cual, por supuesto, él es completamente consciente) se pase a Vox en su totalidad en las elecciones generales, y que al final, con cinco o diez escaños arriba o abajo, que se hayan ido al partido de ultraderecha, la suma PP+Vox sea la misma.
Y si esas elecciones generales se celebran, como es bastante probable, en noviembre del año póximo, cabe incluso la posibilidad (¿probabilidad?) de que Casado lamine por completo a Ayuso y ella no vaya siquiera como candidata en las elecciones madrileñas de unos meses después.
Es posible que la presidenta de Madrid se precipitase en querer ser presidenta también del PP de Madrid. No tanto en el fondo (tiene todo el derecho del mundo) como en las formas y en el momento. Tal vez mejor hubiera sido hacer la irrenunciable reclamación a Casado en privado, esperar pacientemente a que el congreso del PP madrileño se convocara cuando a Casado le diera la gana y entonces formalizar su candidatura. Haberlo hecho públicamente y, muy en consonancia con su personalidad, en un tono un tanto macarra ha hecho que el lider pepero lo haya tomado como un auténtico desafío. Y ha seguido la apuesta a la madrileña.
Por eso creo que dará largas al congreso del PP en Madrid. Ya tiene las elecciones autonómicas en Castilla y León en febrero. Si las andaluzas se celebrán en Mayo o Junio, se unirán al verano, y para septiembre puede llegar la convocatoria de las generales. Y así, pasito a pasito, apostando a ganar La Moncloa y desde allí acabar políticamente con Ayuso sin contemplaciones.
Las espadas están en todo lo alto. Y así van a seguir por mucho tiempo. Todo apunta a que la única posibilidad que tiene Ayuso de seguir en la política activa (al menos en el PP) es que Casado no consiga llegar a La Moncloa tras las próximas elecciones generales. Lo que, además, le abriría el camino a ella para suceder a Casado en la presidencia del PP y posteriormente a Sánchez en la del Gobierno.
Porque, aunque Casado cuente con que ese voto ayusista se pase al cien por cien a Vox, y tan solo le cueste algunos diputados, la realidad puede ser muy diferente. Sobre todo si a la pelea pepera se suma algún conejo que salga de la chistera sanchista. Y si PP y Vox no suman la mágica cifra de 176 diputados se puede olvidar el del PP de llegar a La Moncloa. Esperemos, por el bien de España, que no sea así.
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