Empecé mi vida deportiva (toda ella como aficionado) como todos, con el fútbol en el colegio; no me desempeñaba mal, la verdad. Pero cuando descubrí el tenis, ya en mi juventud, me apasionó y rápidamente se convirtió en mi deporte favorito para practicar (hasta el punto de que, de recuerdo, tengo dos esguinces, uno en cada pie), lo cual por años sucedía cada sábado. He jugado también baloncesto, deporte en el que era bastante malo. Y balón volea, que me gustaba mucho y en el que tampoco era malo. Pero, después del tenis, el siguiente en mi lista de favoritos era el tenis de mesa, en el que llegué a destacar bastante. Ocasionalmente jugué al frontenis, que me gustaba mucho, aunque lo dejé porque es casi incompatible con el tenis, porque uno se acostumbra a golpear la pelota con todas sus fuerzas. Y también, a la vez que jugaba tenis los sábados, salía a correr un rato cada día para poder estar en forma en la cancha.
Me encantaba practicar deporte. Creo que eso me ayudó a formar mi carácter. Luchar siempre, rendirse jamás, saber ganar, saber perder, todo lo que se desea requiere esfuerzo y constancia, equilibrio físico y mental todo el tiempo.
Pero lo más duró que practiqué, con diferencia, fue el ajedrez. En este juego la concentración al 100% es totalmente necesaria, no existe la suerte, la presión psicológica es brutal durante horas, no hay forma de liberar el estrés (gritos, golpes a la red, etc.), cuando se pierde no hay excusa, cuando se pierde hay que analizar esa partida otra vez para vez donde estuvo el error y no volver a cometerlo.
Recuerdo que una vez un amigo me preguntó si yo pensaba que el ajedrez era un deporte. Yo, medio en broma medio en serio, le respondí que no puede ser calificado como deporte, porque el deporte es bueno para la salud, mientras que el ajedrez es muy malo para la salud.
Lo bueno del ajedrez es que te enseña a analizar cualquier decisión antes de tomarla, así como que las consecuencias serán práticamente permanentes, buenas si la decisión es buena, malas si es mala. Te enseña también que tú y solamente tú eres el responsable de lo que decidas y sus consecuencias.
Sin duda el ajedrez es bueno para la vida. Pero jugarlo a nivel profesional debe ser durísimo. Durante el Campeonato Mundial de Sevilla 1987, entre Kárpov y Kaspárov, pude asistir a varias partidas y tuve la oportunidad de charlar con algunos grandes maestros que andaban por allí; en todos pude aprecirar algunos tics psicológicos no muy normales que digamos. Incluso hoy en día, cuando veo entrevistas a grandes maestros, puedo apreciar esos tics. La exigencia del ajedrez de alta competición es tan brutal que exige estar metido en ello casi 24/7, porque hay que actualizarse constantemente con todas las nuevas partidas de alta competición que se juegan, porque si no lo haces y un rival lo hizo, puede surgir una partida (surgirá más pronto que tarde, y no una, sino muchas) con una nueva variante para ti desconocida que te haga perder esa partida.
En fin, lo dicho, me encanta el deporte. Lo practiqué tanto como pude. Sin duda practicar deporte es duro. Pero más dura, mucho más, es la práctica del ajedrez, por increíble que parezca.
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