Se les está yendo de las manos. Hace tiempo que dije por este blog (perdón, pero no tengo ganas de buscar) que ese extraño maridaje del nacionalismo derechista y pacífico de Convergencia con el nacionalismo ultraizquierdista y vilento de la CUP me parecía una autentica barbaridad. Que estaban dando de comer a la bestia y poniéndola en libertad. Y que cuando estuviera bien alimentada y acostumbrada a hacer lo que quería, esa bestia no iba a querer volver a la jaula.
Bueno, pues es lo que está pasando. Ya ocurrió en el pasado, en grado menor, cuando Puigdemont intentó recular, y en vez de declarar la independencia quería convocar elecciones. Pero le chantajearon con la violencia y cedió. Ahora, en el presente, cuando no se salen con la suya, se muestran completamente violentos, también con "su polícía". Y mucho me temo que más adelante, en el futuro, la cosa irá a peor. Ya están amenazando a "los suyos", que ya no los consideran tanto, sino, literalmente en sus propias palabras, unos "traidores". Ya hablan de asaltar el Palau de la Generalitat. La bestia no quiere regresar a la jaula.
Lo peor es que la convivencia en Cataluña no se va a romper. Ya está rota. Por culpa de los independentistas violentos, que no respetan a los constitucionalistas. Se demostró ayer, con esa violencia inusitada para impedir la manifestación pacífica y legal. Una violencia que llegó en muchas ocasiones a la agresión física por el solo hecho de portar una bandera española. Y esa convivencia se va a romper cada día más. Lo que espero es que no llegue a haber un muerto (o varios). Algo que puede pasar en cualquier momento tal y como están las cosas.
Esta que estamos viendo es la Cataluña independentista de las sonrisas y el buen rollito de las que nos hablaba hace no mucho Puigdemont. De la que nos sigue hablando Torra. Una Cataluña donde, como yo he dicho miles veces, no se respeta la libertad del disidente. Porque entonces, cuando el disidente se atreve a expresarse y a disentir se acaba la Cataluña de las sonrisas y el buen rollito y aparece la Cataluña de los golpes y las narices rotas. Por ahora.
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