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Y es que el escrito nos pone, con dureza pero sin duda con realismo, ante el espejo. Podremos negar los hechos, o culpar a los votantes por lo que es a nuetro juicio un error, pero ello no va cambiar la realidad.
Vivimos en un mundo en que los políticos están encerrados en sus torres de marfil, alejados de la gente común y corriente, a la que solamente prestan atención cuando se acercan las elecciones. Y esa gente se ha dado cuenta. Por eso están ganando personajes como Trump, Johnson, Abascal u Orbán, porque llaman al pan pan y al vino vino. Y porque conectan con el votante de a pie.
Trump en un majadero, Johnson un populista, Abascal un oportunista y Orbán un nacionalista. Pero eso no cambia el hecho de que saben como conectar con la gente moliente y corriente.
Y ojo, que cuando digo que Trump y Johnson (y Abascal) llegaron para quedarse no me estoy refiriendo a ellos como personas, sino a sus ideas. Independientemente de lo que pase en las elecciones estadounidenses dentro de un año, o si el recorrido de Boris Jonhson es largo o corto, o si Vox sube o baja, sus ideas rupturistas están echando raices en la sociedad. O más bien ya las han echado.
La idea central, que el artículo remarca muy bien, se apoya en la necesidad de poner límites a tendencias sociales y económicas que [la gente] entienden muy lesivas. O los partidos tradicionales, incluido el liberalismo, se dan cuenta de ello y obran en consecuencia o la derecha radical y la extrema derecha seguirán creciendo, con consencuencias que no podemos prever, pero que desde luego es bastante probable que a medio y largo plazo sean muy negativas.
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