Se acabaron las vacaciones veraniegas de julio o, en la mayoría de los casos, agosto (a mí
me gustaba tomarlas en septiembre, para gozar
de Madrid en julio y,
sobre todo, agosto y después disponer casi para mí solo de alguna bella playa andaluza). Los que se fueron de vacaciones lo hicieron sabiendo la crisis económica que venía en camino. Termina el verano, y la crisis económica que se veía en el horizonte ya se acerca en forma de tormenta. El otoño tocará a la puerta en breve, con sus grises, que en esta ocasión lo serán aún más, porque la tormenta económica va a descargar con toda su fuerza. Y después llegará el frío invierno, tal vez más frío que lo normal, no por el tiempo meteorológico (o también, nunca se sabe), sino porque, como toda situación tiene la posibilidad de empeorar, es posible que la tormenta económica otoñal se prolongue, y hasta intensifique, en los comienzos del próximo año (sin descartar cortes de energía).
El panorama no pinta nada bien. Lo más preocupante es que los políticos que gobiernan, que siempre, sean del signo que sean, se esfuerzan por pronosticar un futuro alagüeño, en esta ocasión salen en tromba, por tierra, mar y aire, a decir que las cosas se van a poner mal. Peor, vamos, porque mal ya están. Así que habrá que pertrecharse, con paraguas y chubasquero, las dos cosas, porque van a caer chuzos de punta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Después de siete días de la publicación de un artículo todos los comentarios necesitan aprobación.