Andan algunos políticos de la Unión Europea llorando por los rincones debido a que Putin ha cerrado la llave del gas y no la va a volver a abrir. Lo normal, vamos. En la guerra vale todo (aunque no debería), y más para un elemento de tal maldad y tan amante de la mentira como este. Y, por cierto, cosas muchísimo peores ha hecho ya en Ucrania. Así que lo que ha ocurrido era perfectamente previsible.
No insistiré tampoco en el error de la dependencia del gas ruso. Nada se puede hacer cuando una botella de leche se derrama, salvo abrir otra y procurar que no se caiga, porque el llanto no la va a recuperar. Pues ha llegado para la Unión Europea, antes de lo previsto, la hora de dejar de llorar y estrenar otra botella de leche. Y procurar con mucho esmero que no se vaya al suelo de nuevo.
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