viernes, 9 de noviembre de 2018

La solución no es expulsarles, es disciplinarles

Evidentemente ante un alumno problemático lo que hay que hacer es hablar con él. Pero, seamos realistas, los va a haber que no tienen el menor interés en escuchar. ¿Y entónces? Recurrir a la expulsión temporal es una estupidez, porque un alumno conflictivo efecivamente se lo va a tomar como un premio y no como un castigo, lo que va a llevar a que, cuando se canse de la escuela nuevamente, reincida en el tema. ¿Y cuál es la alternativa? Hace algo más de un año, tratando sobre el acoso escolar, escribí esto sobre como funcionan estas cosas aquí en Texas:

"El resumen es que, después de castigos varios en forma de tener que quedarse en la escuela después del horario escolar (que van creciendo cada vez más), si el acosador no deja de acosar acaba por un tiempo determinado (por ejemplo, una semana) en una escuela especial que es más parecida a un ejército que a una escuela en sí. Si al regresar sigue acosando (no suele pasar), regresará a esa escuela, pero por periodos cada vez más largos. Y estos pasos no se dan en meses, ni siquiera en semanas. Si el acosador lo hace, digamos, el lunes, ese día se verá obligado a quedarse en la escuela tal vez una hora más. Si persiste el martes, se tendrá que quedar no una hora, sino dos. Y si sigue con el acoso el miércoles, el jueves puede estar ya en la escuela especial. Mi hija me dice que, aunque no se relaciona con ese tipo de gente, sabe que cuando regresan de la escuela especial (a la cual van no solamente por acoso, sino por cualquier falta grave, como faltar el respeto a un profesor, iniciar una pelea, no aceptar las normas de la escuela, etc.) vienen bien derechitos, porque no tienen ganas de volver allá."

La clave es sencillamente esa "escuela especial (a la cual van no solamente por acoso, sino por cualquier falta grave, como faltar el respeto a un profesor, iniciar una pelea, no aceptar las normas de la escuela, etc.)". A lo que añado que hay alumnos que se niegan a aceptar las medidas disciplinarias que acaban delante de un juez de menores que les amenaza con que si les vuelve a ver allí les manda a la cárcel juvenil. Y en la inmensa mayoría de los casos la amenaza funciona y el juez de menores no vuelve a ver al alumno rebelde.

Pero claro, esto sucede en un estado, Texas, donde se prima la autoridad en la escuela sobre el buenismo hacia los alumnos rebeldes. Y el sistema funciona. Los profesores son respetados y los incidentes entre alumnos son mínimos.

Nada que ver con España, donde la sociedad cada vez es más permisiva con las actitudes rebeldes, incluso delictivas, de la juventud. Una actitud que, por lo que leo, ha llegado de lleno a las escuelas. Y así va la cosa. Y peor que irá.

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