Decidí ver los cinco episodios en dos o tres tandas. Imposible. Al final me los disparé en una sola, en la madrugada del sábado al domingo.
No es una serie de acción, evidentemente; de hecho a veces da la impresión de que va demasiado lenta. Pero sobrecoge. Las imágenes le trasladan a uno de estár frente a la pantalla a dentro de la escena, a estar al lado de los bomberos que tratan de apagar el incendio nuclear sin la más mínima protección, a compartir con los inocentes espectadores del puente la lluvia de radiación, a abrir un peligroso túnel con los mineros, a estar al lado de los desfigurados y quemados moribundos, a compartir espacio en la sala de control en aquellos terribles momentos en que se tomaron las más disparatadas decisiones.
Hiela la sangre la burocracia comunista soviética, que no se enfrenta con la peor tragedia desde la Segunda Guerra Mundial hasta que esa tragedia les sobrepasa, que confunde la realidad con sus deseos y piensa que por decir que todo está bajo control lo está realmente, que no hicieron en la práctica nada (absolutamente nada) hasta que no les quedó más remedio. Unos politicuchos de medio pelo tomando decisiones políticas por encima de los ingenieros nucleares expertos en la materia, a los que desprecian.
Una tragedia narrada sin prisa, pero sin pausa, que, repito, coge al espectador y le mete dentro de la escena.
Muchas veces durísima, a ratos espantosa, en todo momento genial. Chernobyl.
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