Recuerdo la muerte de Franco. Yo contaba doce años de edad, pero ya me pareció una estupidez colectiva la larguísima espera para ver durante unos pocos segundos un cadáver en un féretro. Pensé que aquello fue el máximo de la estupidez. Y me equivoqué.
Ahora veo que los que esperan para rendir un último homenaje a Isabel II tienen que esperar bastante más que aquellos que lo hicieron para hacerlo con Franco. Y para ver aún menos, porque aquellos vieron un cadáver, mientras que estos ven simplemente el ataúd cerrado donde dicen que está el cuerpo momificado de la reina (vamos, lo que está en la foto) y un pequeño teatrillo monárquico. Y todo ello relacionado con una señora que, hay que reconocerlo, hizo extraordinariamente bien su trabajo de explotarlos para mantener sus enormes privilegios y los de su familia.
Sin duda los seguidores franquistas fueron muy estúpidos, pero estos admiradores isabelinos lo son aún más.
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