El artículo de Ramón Irigoyen se limita a reducir la creencia en
Dios al ridículo, y para
ello utiliza tres argumentos.
El primero, que la humanidad ha creído en muchos miles de dioses en los cuales ya no cree nadie, e implícitamente porque se han sustituido por otros. Olvida Irigoyen al Dios de Abraham, que se le reveló hace entre 3.500 y 4.000 años y en el cual siguen creyendo judios y, a través de Jesús, cristianos. Habla el escritor en tono de mofa (para apoyar su ateísmo) de los dioses griegos (1.200 a.C.), egipcios (3.200 a.C.) y babilónicos (1.792 a.C.). Pero ninguno de esos falsos dioses ha aguantado el paso del tiempo, el cual si ha aguantado el Dios verdadero desde que se reveló Abraham (entre 2.000 y 1.500 a.C.).
El segundo, el manido de “Si yo le dijera a usted”, decía Russell, “que hay una tetera china orbitando alrededor del sol, usted no podría refutar mi afirmación”. Estamos de acuerdo de que aquí nadie puede probar con argumentos científicos y comprobables ni la existencia de Dios ni su no existencia. Pero hablamos de probabilidades. Y para mí, después de haber estudiado el asunto, es mucho más probablemente cierta la creencia en la existencia de Dios que la creencia en su no existencia. Cada cual debe investigar y seguir su camino, pero intentar desacreditar la creencia en la existencia de Dios con el argumento de la tetera china orbitando alrededor del sol no es serio.
Y el tercero, que los creyentes practican un odio al divorcio, odio al aborto, odio al matrimonio homosexual, odio a la eutanasia. Para escribir a continuación, y terminar el texto, con una barbaridad como esta: En una palabra, veneración de la muerte y odio a la vida. Sobre el divorcio hay una idea en dejarlo a la decisión de los conyuges en la gran mayoría de las iglesias evangélicas, tal vez, por poner un ejemplo, 90-10. Sobre el matrimonio homosexual no hay una idea uniforme en el cristianismo evangélico, y me atrevería a decir que la cosa esta 50-50. Sobre la eutanasia hay una mayoría que está en contra, digamos 75-25. Y sobre el aborto hay una inmensa mayoría en contra, tal vez 90-10. Así que no, ese llamado odio por él (que no es tal odio, sino únicamente una libre opinión individual, a la cual los cristianos también tenemos derecho), que lo pone como uniforme, no existe (ni el odio, ni la uniformidad)
Pero la mayor barbaridad de todas es la última frase del texto. Repito: En una palabra, veneración de la muerte y odio a la vida. Pues va a ser que no. Los que odian la vida y veneran la muerte son los ateos. La Unión Soviética, China, Cuba, Corea del Norte, por ejemplo, todos países ateos, odian la vida y veneran la muerte. El aborto y la eutanasia, veneración de la muerte, es defendido a ultranza por el ateísmo. El cristianismo (salvo, he de reconocerlo, en el caso de la pena de muerte, donde hay división de opiniones) defiende la vida y odia la muerte de un ser humano por otro ser humano.
Y termino diciendo que si yo fuera ateo, después de leer el mentado artículo de Irigoyen me plantearía seriamente dejar de serlo. Sus ataques a la creencia en Dios son simplemente ridículos. Si esto es lo que los ateos tienen que ofrecer, es más bien poco. Mejor dicho, nada. Absolutamente nada.
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