El atentado del viernes era esperado. ETA tenía ganas, como lo demuestran los intentos frustrados, y al final consiguió su objetivo (aunque, gracias a Dios, no la carnicería que quería).
Los responsables, evidentemente, los terroristas, y punto. Hay que perseguirlos, detenerlos, juzgarlos y condenarlos.
Pero, claro, en las actuales circunstancias tampoco se puede quedar la cosa ahí. Que ahora salga el Presidente del Gobierno pidiendo la unidad de los partidos para levantar un "muro" contra ETA y la Vicepresidenta anunciando que el Ejecutivo trabaja para que ETA y sus aliados "terminen todos en la cárcel" puede quedar muy bonito. Pero la cruda realidad nos demuestra que no son más que palabras. Y las palabras se las lleva el viento, sobre todo las de este Gobierno.
La realidad, tozuda ella, nos demuestra que solo podemos fiarnos de los hechos. Y esos hechos no pueden ser otros que emprenderla con toda la dureza de la ley contra los "aliados de ETA" (en palabras de la mismísima Vicepresidenta). Es decir, ni más ni menos que impedir cualquier acto público de Batasuna e ilegalizar la ANV y el PCTV. Esos y no otros serían los hechos que me harían creer en las palabras de este Gobierno. ¿Se van a producir? Deseo que sí, me temo que no, y deseo de todo corazón estar completamente equivocado.
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