Hace tiempo que no escribo sobre Bolivia. Y han ocurrido cosas. Por un lado, el pasado mes de junio el departamento de Tarija aprobó con un masivo apoyo del 80% su estatuto autonómico, uniéndose así a los departamentos de Santa Cruz, Beni, Pando y Chuquisaca, que lo habían hecho previamente.
Por otro lado, en ese extraño referéndum revocatorio celebrado el 10 de agosto, Evo Morales contó con un apoyo del 68% de los votantes, lo que no poco, y lo confirma, independientemente de acuerdos o discrepancias con sus ideas, como un Presidente de Bolivia con apoyo democrático.
Pero, en tercer lugar, los gobernadores de los departamentos autonomistas consiguieron a su vez renovar sus mandatos en el mismo referéndum revocatorio.
¿Qué quiere decir eso? Pues que Bolivia sigue rota en dos partes, 4 departamentos contra 5, y con la posibilidad real de que, si no se consigue un acuerdo, esos 5 departamentos anuncien que se separan de Bolivia y crean una nueva unidad, perfectamente viable económicamente, ya que son los que más recursos manejan; o sea, secesión.
Que Evo Morales cuente con un apoyo mayoritario de los bolivianos no le convierte ni en inteligente ni en buen gobernante. Sigue siendo el necio de siempre. Mi única esperanza, poca, está en los asesores, que espero que le guíen por el buen camino. De lo contrario, el pasado boliviano, con ser malo (muy malo, malísimo), puede llegar a ser bueno comparado con el futuro.
Llevo mucho tiempo escuchando el tema de la posible división de Bolivia ¿existe realmente esa posibilidad, o es simplemente un arma usada por esas regiones para conseguir más poder?
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