Estos comunistas vestidos de ecologistas no hay un proyecto de progreso que apoyen. Por supuesto. Esta vez se trata de un valioso mineral, la monacita gris, un fosfato de tierras raras magnéticas imprescindible para fabricar los imanes permanentes que se utilizan en vehículos eléctricos, robots y generadores eólicos.
A nivel local el proyecto prevé una inversión de más de 60 millones de euros, cuatro de los cuales dedicados al plan de protección ambiental, además de la creación de 150 empleos directos y 400 indirectos. A nivel nacional este yacimiento, junto con el que hay en el monte Galiñeiro (Pontevedra), podrían convertirnos en una potencia mundial en tierras raras con un 25% de la producción a nivel mundial, según el Colegio de Geólogos de España. A nivel internacional durante los 10 años previstos para la explotación se extraerían 30.000 toneladas métricas que asegurarían el 60% de las necesidades europeas para ese periodo. De hecho, supondría una ventaja competitiva para la industria española porque se convertiría en suministradora de componentes industriales esenciales y de alto valor añadido para la industria del automóvil y aerogeneradores.
No es moco de pavo, ¿verdad? Pero en octubre de 2017, la Junta de Castilla-La Mancha rechazó la mina de tierras raras con una declaración de impacto ambiental negativa porque "el proyecto no garantiza la disponibilidad de agua" y porque es "zona de paso del lince ibérico o el águila imperial".
Lo de la disponibilidad de agua es tan sencillo como sentarse a hablar del tema y obligar a la empresa a ello. Pero no. Hay que favorecer la zona de paso del lince ibérico o el águila imperial y seguir siendo pobres, siempre pobres, dedicándose a cultivar la tierra en vez de a extraer la riqueza de la misma. Es lo que tiene el comunismo verde.
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