viernes, 2 de noviembre de 2018

Estoy mejor, mucho mejor

Hace más de dos años escribí, con una diferencia de cinco días, que había perdido la fe y que mi hija se había ido a vivir con su madre. Hoy, por razones que no vienen al caso, me han venido de nuevo a la mente esos textos. Y es que, después de escribir aquello, no he vuelto a tocar el tema, aunque ciertamente las circunstancias han cambiado, y la verdad es que desde hace algún tiempo quería escribir del asunto, porque no me parece justo dejar, por decirlo de algún modo, la película a medias para los seguidores, pocos o muchos, de este blog.

Lo cierto es que mis circunstancias personales y famliares se han estabilizado mucho. Mi hija regresó con nosotros. Y mi fe (en la vida, en el presente, en el futuro, en mí mismo) volvió. No por el hecho de que mi hija decidiera vivir con nosotros. Al menos no solamente por ello ni tampoco basándome en ello.

Hoy, aunque hay cosas en mi vida que no son perfectas, veo mi vida, a mí mismo, el presente y el futuro con mucha más ilusión que hace un par de años. Ciertamente estoy mejor. Mucho mejor.

Las cosas en casa van bien. He de decir que mi esposa tiene hoy una relación excelente con mis hijos. Hace todo lo que puede por ellos. Incluso aconsejarles. Y ellos la respetan y la escuchan.

Pero ello no quita para que siga viendo tanto en mi hijo (20 años) como en mi hija (18) las consecuencias de haber dejado de vivir con su madre desde hace alredor de cinco años y medio. No, ninguno ha tirado por el camino de la delincuenca, las drogas, la inmoralidad o cualquier otro camino destructivo. Ni tan siquiera son rebeldes o autosuficiente. Están viviendo con mi esposa y conmigo y siguen caminos positivos (muy positivos) en la vida, a nivel personal, espiritual, educativo y laboral. Todo ello, por supueto, gracias a Dios (y no es una frase retórica, sin la realidad). Lo único que puedo decir es que, aunque no son perfectos, me siento realmente orgullosos de ellos. Pero, repito, puedo ver a veces en nuestras conversaciones, o en su rostro, o en determinadas cosas que me es imposible expresar con palabras, el hecho de que se han criado sin su madre al lado en el último lustro.

El otro día en una conversación que mantuve alguien me dijo que yo había hecho un buen trabajo como padre, y que un padre no se puede sustituir. Le contesté (y, sinceramente, no es falsa humildad) que no, que no había hecho un buen trabajo como padre, sino que únicamente había hecho lo que tenía que hacer. Y que yo sentía que no había sido suficiente. Y que yo no sabía si un padre es insustituible o no, aunque pienso que sí. Pero que desde luego de lo que estoy completamente seguro es de que una madre no se puede sustituir por nada ni por nadie.

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