Supongo que el enorme ego de Pedro Sánchez tuvo que sufrir un duro golpe por el recochineo general de su anterior
foto con Joe Biden, aquella en la que él parecía más bien un vendedor de crecepelo que el Presidente del Gobierno del Reino de España.
Bueno, pues ahora, por fin, ha podido conseguir su ansiada foto con el mandatario más poderoso del mundo. Y, además, una reunión, larga, sosegada, cordial. Supongo que a Sánchez le deben haber confecionado para la cita un traje unas tallas más grandes, porque no debía de caber en la suya.
Lo anterior no ha sido por méritos propios, ya que Biden no vino a España en visita oficial, sino para asistir a la Cumbre de la OTAN, la cual tampoco consiguió el actual inquilino de La Moncloa, sino que la heredó de Mariano Rajoy (agradecido el chico, dicho sea de paso, ignorando a Feijóo completamente en el asunto). Hubiera sido, además, un insulto al más alto nivel que el Presidente de Estados Unidos se negara a tener una reunión con el anfitrión de un evento internacional tan sumamente importante.
Tampoco es que la foto y la reunión hayan sido gratis. España tendrá que pagar que Rota acoja a dos destructores estadounidenses más y, lo que es peor, recibir a una cantidad indeterminada de refugiados centroamericanos que Estados Unidos no quiere en su país. Por lo menos.
Pero a cambio ya no tendremos que sentir vergüenza ajena al ver, la próxima vez que coincidan, a Sánchez corriendo detrás de Biden como si de un vulgar cazaautógrafos se tratara. Algo es algo.
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