"Las críticas por el
Mundial son hipócritas. Por lo que los europeos hemos hecho durante los últimos 3.000 años, deberíamos estar pidiendo perdón los próximos 3.000 antes de dar lecciones de moral a otros. Estas lecciones de moral son pura hipocresía" (las negritas son mías).
Palabras de Gianni Infantino, presidente de la FIFA, ayer, en Doha, capital de Qatar.
La fecha elegida por este señor (3.000 años para atrás) no es para nada casual, porque hacia el año 1.200 a.C. es cuando se considera que comenzó el Imperio de la Antigua Grecia, al que seguiría, claro, el Imperio romano, y desde ahí hasta nuestros días (los 3.000 años del ala), con tantas atrocidades (no menciona la palabra, pero se supone) que deberíamos estar otros 3.000 años pidiendo perdón por ellas y callando ante las diferencias culturales (que, por supuesto, no son ni atrocidades ni violaciones de los derechos humanos) del resto del mundo.
Claro, se quedó cuidosamente en alrededor del año 1.200 a.C. Antes del antiguo Imperio griego existieron, por ejemplo, el Imperio persa (Irán actual), el Imperio meda (parte del Irán actual), Asiria (actuales Iraq, Siria, Israel, territorios palestinos, Jordania, Líbano, Turquía, Irán, Arabia Saudita, Egipto, Kuwait, Chipre, Armenia, Azerbaiyán y Georgia), el Imperio Babilónico (Iraq, Siria, Israel, territorios palestinos, Jordanía, norte de Arabia Saudí, este de Egipto, oeste de Irán y este de Turquía del presente), el Antiguo Egipto (Egipto actual) y a la vez que todos ellos y hasta principios del siglo XX las dinastías chinas.
Pero ninguno de ellos tiene que pedir perdón por nada. Todo lo que hicieron fue bueno o estaba justificado. Los únicos que tenemos que pedir perdón por otros 3.000 años somos los europeos. Y después de esos 3.000 años (o sea, hacia el año 5.000) entonces sí podremos dar lecciones de moral a otros. Mientras tanto nada de criticar que se ahorque a homosexuales, que se lapide a adúlteras, que se decapite a apóstatas, que se encarcele a personas de otras creencias religiosas, que se persiga a las disidencias políticas, que las mujeres no tengan derechos, que se practique la esclavitud y muchísimas otras costumbres y tradiciones.
La justicia, la libertad, la democracia, la igualdad, la separación de poderes, la no discriminación por sexo, prácticas sexuales, creencias religiosas, etc., de los europeos son, parece ser, nuestras costumbres y tradiciones. Tan válidas como las de ellos y las de ellos tan válidas con las nuestras.
¿Qué es eso de creer que nuestros valores son superiores a los de los demás e ir dando lecciones de moral por ahí? Lo máximo que podemos hacer es suscribir las solidarias palabras que el señor Infantino pronunció antes de hablar de los 3.000 años:
"Hoy me siento qatarí, hoy me siento árabe, hoy me siento africano, hoy me siento gay, hoy me siento discapacitado, hoy me siento trabajador migrante" (parece que se le olvidó decir que se sentía mujer y, aún más concretamente, mujer violada condenada por adulterio ¿pero quién soy yo para añadir, visto lo visto?).
Podemos solidarizarnos desde nuestros sentimientos personales con quien queramos. Pero lecciones de moral, ninguna. Por los próximos 3.000 años.
Así se blanquea por la FIFA una terrible dictadura religiosa sin tradición futbolística en medio de un espantoso clima desértico que compró con sobornos ser sede del Mundial de Fútbol 2022. Qué asco.
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