Me sucedió hace muchísimo tiempo, unos treinta años, en España. Alguien que estaba en
una posición superior a la mía, pero que no era mi jefe inmediato, me dijo, cortés pero firmemente, que mi decisión había sido un grave error, añadiendo sus argumentos; yo no argumenté en contra (lo consideré una pérdida de tiempo y algo que tensaría
-aún más- nuestra relación), sino que simplemente de forma amable le di las gracias por haberme dado su opinión (y no fue fácil, ni darle las gracias ni ser amable, lo reconozco). En la primera ocasión en la que me encontré con mi jefe inmediato le dije la opinión de Menganito de Tal y le añadí que si él la compartía yo le ofrecería mi dimisión en ese mismo momento. Mi jefe inmediato me dijo que no compartía esa opinión, que pensaba que yo había hecho lo correcto y que siguiera trabajando en los proyectos que tenía entre manos.
No fue fácil ofrecerle la dimisión a mi superior inmediato, porque mi trabajo me encantaba, me fascinaba, y si lo perdía encontrar otro igual sería muy difícil, por no decir imposible. Pero soy de la opinión de que cuando uno comete un graver error que no tiene posible rectificación hay que marcharse. Y la decisión que yo había tomado, para bien o para mal, no tenía marcha atrás, era completamente irreversible. Y algo que ni por asomo se me pasó por la cabeza nunca, en toda mi vida, fue culpar a otros por mis errores. Pero bueno, mi jefe inmediato me apoyó y seguí en mi posición hasta que viajé a Estados Unidos.
Cuento lo anterior porque me parece una auténtica canallada política lo que están haciendo las tipas (y tipos, si los hubiere) del Ministerio de Igualdad. El gravísimo error, totalmente irreversible, de favorecer a violadores con la famosa ley del sí es sí es más que evidente. Pero esta gente, en vez de reconocerlo y marcharse (los daños ya son completamente irreparables y los violadores con penas rebajadas o liberados no tienen vuelta atrás, aún con una posible reforma), optan por algo muchísimo peor incluso que meramente insistir en que no se han equivocado, sino que van mucho más allá y echan la culpa a los jueces (y, ojo, a las juezas, y ahora no hay la menor ironía), a los (y, más ojo, a las) que acusan nada más y nada menos que de fachas y machistas. Unos jueces y juezas que lo único que están haciendo es aplicar la ley que estas sujetas (y, tal vez, sujetos) propusieron y Gobierno y partidos que le apoyan aprovaron ciegamente.
Tengo que reconocer que esta patada hacia adelante no me la esperaba. Con más de cuarenta años de espectador de la política a mis espaldas todavía hay cosas que me sorprenden. Y es que a canalladas como la presente nunca me acostumbraré.
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