Detenido 22 veces entre mayo y octubre (en el último mes fue arrestado siente veces), en las que en 21 de ellas el juez le puso en libertad al día siguiente. En la última el tío destrozó el mobiliario del despacho del juez. Tal vez por eso el magistrado le mando a prisión.
Una vez allí empezó gritando todo lo que podía, para posteriormente protagonizar un intento de agresión a los funcionarios con una silla; lo siguiente fue destrozar un colchón, pasarse toda la noche gritando para impedir dormir a los demás presos y agredir a un compañero de celda.
Todos estas actitudes deberían ser juzgadas y condenadas una por una. Es de sentido común. Es lo que parecía cuando el juez le citó a diligencias el pasado día 21. Fue trasladado con todas las medidas de seguridad hasta llegar ante el magistrado. Y el juez dictó su orden de libertad.
Ya saben mi opinión.
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