Vivimos tiempos en que la inteligencia artificial está avanzando a pasos agigantados. Este año recién comenzado puede ser el año de su expansión. Por todos lados, por ejemplo, está la incredulidad ante ChatGPT, un chatbot que a veces parece humano. Pero esos pasos de gigante son solamente los primeros pasos de un niño que comienza a caminar. Aunque ya la inteligencia artificial se utiliza en campos tan diferentes como la internet, la guerra o los laboratorios le queda mucho, muchísimo, por avanzar.
Y a ese avance muchos le tienen miedo. Incluso pánico. Y no les falta razón, porque, dependiendo de las circunstancias, la inteligencia artificial podría llegar incluso a destruir a la humanidad. O, sin llegar a tanto, ponerla a su servicio. Por lo tanto ya se ha establecido una corriente de pensamiento que defiende el control de la inteligencia artificial y que los avances en la misma se hagan desde perspectivas morales.
Cuando lo leo no tengo más remedio que emitir una sonrisa de total escepticismo. No porque yo esté en contra de ello, porque creo que efectivamente sería muy conveniente, sino porque la imposibilidad de algo así es tan clara que la puede entender cualquier estudiante de la antigua EGB.
Por poner un ejemplo simple, Estados Unidos y la Unión Europea podrían tal vez (solo tal vez) llegar a un acuerdo de controlar el avance de la inteligencia artificial, pero ¿lo hará Rusia? ¿China? ¿Corea del Norte? ¿Irán? Está claro que para poder establecer ciertos controles al avance de la inteligencia artificial, para no llegar, por ejemplo, a una inteligencia artificial autónoma, se necesita el acuerdo de todos, porque de lo contrario los que no participen del acuerdo (o los que lo firmen y no lo respeten) tendrán una clara ventaja sobre los bienintencionados que se autoimpongan límites.
En las anteriores circunstancias que no espere nadie que países poderosos como Estados Unidos y China (y los demás, claro) se van a obligar con límites al desarrollo a la inteligencia artificial que beneficien a sus enemigos que no tengan esos límites. Más tarde o más temprano (eso no lo sé, dependerá de la velocidad del desarrollo) la humanidad quedará en manos de la inteligencia artificial, para bien o para mal, probablemente lo segundo.
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