Mucho se ha escrito sobre si la ola de extranjeros que llegan a Europa supuestamente huyendo de las guerras en el cercano oriente son refugiados políticos o son inmigrantes económicos, básicamente para decidir si merecen quedarse o no.
Pero es que, sean lo uno o lo otro, quedarse o no en realidad no depende de ellos, aunque la diferencia puede estar en el país final de destino.
Si son inmigrantes económicos es evidente que deben ser devueltos a sus países de origen, sin más. Cosa que no puede hacerse, claro está, si son refugiados políticos. Pero en este último caso nada impide a la Unión Europea transferirles a un tercer país seguro, que en el caso de los musulmanes bien podría ser Turquía, país donde estos musulmanes tienen todas las garantías; harina de otro costal son los cristianos, para los que sí habría que buscar otra nación de destino final, ya que Turquía no es segura para ellos.
A partir del momento en que esos refugiados políticos (teóricos al menos) empiezan e exigir un determinado país o área geográfica de países donde ir, se convierten automáticamente en inmigrantes económicos, pues queda completamente claro que lo que les interesa no es su seguridad personal, sino su bienestar económico.
Debe quedar claro que ningún país en general ni europeo en particular está obligado a proveer nada a una persona que no sea ciudadana de dicho país, más allá de seguridad personal. Y esa seguridad personal no se la tiene que dar en el mismo país, sino que puede hacerlo en cualquier otro país del mundo con el que llegue a un acuerdo.
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