Estoy seguro de que hay taxistas honrados, pero como colectivo se están comportando como una auténtica organización mafiosa. Primero fue en Madrid contra Uber (no tengo enlace, cito de memoria) y ahora ha sido la barbaridad contra Cabify en Sevilla que pudo llegar a costar vidas. Y probablemente haya más casos en otras ciudades españolas.
Y todo porque no tienen ni puñetera idea de lo que es una palabra: libertad. Y claro, todo hay que decirlo, tampoco hay un Gobierno (municipal, autonómico, nacional o de donde sea) que enseñe lo que es esa palabra; y al que no quiera aprenderlo que le ponga en su justo sitio: la cárcel.
Lo que no entiendo es como el ciudadano común y corriente se queda quieto y callado ante estos abusos, que al final quien los paga es él, porque a falta de competencia los precios se elevan, como es evidente. Supongo que es la resignación española.
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