A nivel personal me repele la prostitución. Me cuesta entender que una mujer alquile de esa manera su cuerpo por dinero, aunque muy de lejos puedo entender que hay circustancias dramáticas que la empuje a ello. Pero lo que no consigo entender de ninguna forma es a un hombre que paga por tener sexo; simplemente no me entra en la cabeza. Así que más o menos comparto la famosa frase de que es mas culpable el que paga por pecar que la que peca por la paga.
Hasta aquí mis ideas personales. Que nadie tiene por qué compartirlas, evidentemente. Y entonces llegamos al quid de la cuestión. ¿Qué necesidad tiene el Estado, gastando recursos económicos de los contribuyentes, de entrometerse en una actividad voluntaria que no hace daño a otros, por más que sea moralmente reprobable, incluso mucho?
Y hemos pronunciado (o escrito, en este caso) la palabra clave. Moralmente. Yo tengo mis principios morales, bastante estrictos en muchos casos, como saben los lectores de este pequeño rincón. Pero, por más que los haga públicos, no se me pasa por la cabeza obligar a nadie a cumplirlos. Allá cada cual con su vida y con las decisiones que libremente tome que no hagan daño a los demás, que esa persona será la que tenga que apechugar con las consecuencias.
Y ahora hemos vuelto a decir (escribir) otra palabra clave. Libremente. ¿Están las prostitutas tomando su decisión de serlo con libertad? Recuerdo una entrevista que leí hace años a una prostituta, española, que decía algo así como que ella era una persona sin estudios, y que la alternativa a prostituirse era irse a fregar suelos, donde tendría que trabajar mucho más y ganar mucho menos. Vamos que, aunque no se mostraba especialmente contenta con ser prostituta, lo había elegido libremente, porque económicamente le convenía.
¿Todas las prostitutas lo son libremente, siguiendo más o menos el ejemplo anterior? Evidentemente no. Está claro que hay mucha explotación por parte de proxenetas e incluso muchas son víctimas de engaños que las convierten a su vez también en víctimas de la trata de mujeres.
¿Y lo anterior no justifica la prohibición de la prostitución? Antes de responder a esa pregunta dejenme que haga otra. ¿Con la prohibición se conseguirá erradicar la prostitución? No lo sabemos a ciencia cierta en el caso español, porque es algo que se hará en el futuro. Pero podemos ir a otros casos. ¿Se ha conseguido eliminar el tráfico de drogas con su prohibición y su gran persecución? Evidentemente no. Incluso aquí, en Estados Unidos, donde la persecución y castigo al tráfico de drogas son muchísimo mayores que en España, es más fácil para un joven conseguir un cigarrillo de marihuana que una cerveza.
Y con la prostitución pasa algo semejante. Si bien es una actividad comparativamente mucho menos utilizada que en España (supongo que porque los estadounidenses son porcentualmente mucho menos propensos a las prostitutas que los españoles) la realidad es que el que la busca la encuentra. Por ejemplo un compañero de trabajo, ya mayor y solo, me dijo hace años que él se iba todos los sábados de prostitutas.
Seguimos con las similitudes. ¿Consiguió la Ley Seca en Estados Unidos acabar con el consumo de bebidas alcohólicas? Evidentemente no.
Mucho me temo que con la ley española abolicionista de la prostitución conseguirá lo contrario de lo que pretende, en lo que respecta a las prostitutas. Las empujará a una mayor marginalidad, las dejará aún más desprotegidas y, por lo tanto, las hará depender aún más que ahora de las mafias de trata de mujeres.
No digo que el Estado no destine una cantidad económica a ayudas a las prostitutas que quieren dejar de serlo (total, ya gasta todo lo que quiere en infinidad de cosas que no afectan al común de los ciudadanos). Pero el dinero y los recursos humanos que se van a desperdiciar en una más que probable lucha infructuosa contra la prostitución (donde hay demanda habrá oferta, sea legal o ilegal la actividad, y en España hay mucha demanda de prostitución) deberían ir destinados a luchar contra la trata de mujeres y contra aquellos que están obligando a que algunas, pocas, muchas o muchísimas prostitutas lo sean contra su voluntad.
También se deberían regularizar los locales donde ejercer la prostitución, para sacar dicha actividad de los núcleos de población (ya comenté lo de la Casa de Campo madrileña, donde las prostitutas se exhibían, algunas casi desnudas, en zonas familiares y de niños).
En fin, que, estando yo personalmente en contra de la prostitución, creo que la lucha del Estado contra dicha actividad es innecesaria y, además, inútil.
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