Me llamó la atención este párrafo de un artículo que enlacé por aquí:
La cuestión tiene que ver con ámbitos farmacéuticos, legales y deportivos, entre otros, y según las fuentes consultadas los efectos negativos de la ley se verán en el medio plazo. Será entonces cuando «tendremos cientos de familias desesperadas con niñas (sobre todo) con disforias inducidas y empezará la locura», vaticinan. «En una década se verá el destrozo», añaden.
«En una década se verá el destrozo». Esa fue la frase que me llamó la atención. Pero claro, dentro de diez años ni Irene Montero, ni Pedro Sánchez, ni ninguno de los promotores (y promotoras) de la ley trans estarán ya en sus puestos. Y no habrá nadie a quien reclamar. Cuando el experimento de ingienieria social y sexual fracase, en alrededor de diez años, los únicos que pagarán las consecuencias serán los conejillos de indias humanos que se arrepientan de la transición sexual a través de tratamientos médicos y amputaciones sexuales totalmente irreversibles.
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