Lo de bajar las penas en la parte baja de la orquilla para los violadores, como hizo la famosa ley del solo sí es sí, no podía salir bien. Y no salió. Muchos juristas, incluido el informe oficial del CGPJ, dijeron que eso podría beneficiar a violadores ya condenados. Pero los promotores de la ley (promotoras, sería más correcto decir) hicieron oídos sordos. Y las consecuencias se están empezando a ver. Ya hay casos de violadores, incluso de menores de edad, que están viendo reducidas (en un caso anulada) sus condenas gracias a Irene Montero y sus coleguis. Y esto, repito, es solamente el comienzo, porque la mentada ley va a obligar a revisar a la baja muchísimos casos de violadores en prisión (probablmente la mayoría, tal vez todos).
¿Y la respuesta de los culpables de este desaguisado? Irene Montero guarda silencio (como siempre que algo sale mal en su departamento, cosa que sucede muchas veces). Y otra tía (perdón por el calificativo) que no recuerdo su nombre ni tengo ganas de buscarlo dice que la culpa es de jueces machistas, no de la ley. La única poca sensatez la ha puesto María Jesús Montero, que dice que habrá que "estudiar" (o sea, reformar, pero dicho en politiqués) de nuevo la ley.
Lo malo es que el daño con los ya condenados y con los por condenar hasta que se apruebe la posible reforma no tiene vuelta atrás. Las reformas afectan al reo solamente cuando le benefician, pero no cuando le perjudican. Incluso si reformaran la ley en quince días (algo imposible, pero por exagerar), para todos los casos sin revisar seguiría existiendo la obligación de revisarlos a la baja por la ley sin reformar.
Para que nos entendamos, la posible reforma solamente afectará a los que cometan una violación a partir del día de la publicación de dicha reforma en el BOE. Todos los demás violadores que puedan ser beneficiados por la famosa ley (muchos) lo serán sin la menor duda.
Y todo este auténtico desastre por culpa de un Gobierno que se dice el más feminista del mundo y de una ministra que se dice la más feminista del Gobierno.
La consecuencia, evidente, ante un mal sin remedio (beneficiar a muchos violadores), sería la dimisión de Irene Montero. O, si se niega, su cese. Algo que, me temo, no sucederá.
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