Se queja el Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, conocido comúnmente por sus iniciales, AMLO, de que escribió al rey y «ni siquiera tuvo pues la atención de contestarme» (sic), de que las empresas españolas actúan «con la misma actitud de prepotencia» de siempre y de que España debería reconocer «el exterminio, la represión, los asesinatos a los pueblos originarios».
México es un estado fallido, donde las mafias de todo tipo imponen su ley en las zonas que controlan (que es una buena parta del país, me atrevería a decir que más de la mitad) y donde los policías y los jueces son extremadamente corruptos. Esta es la realidad del día a día de México. Y no lo digo yo solamente, sino que es lo que me cuentan los mexicanos con los que he hablado sobre el tema.
Pero AMLO vuelve a lo de siempre, a echar culpas en el exterior y en el pasado. Que el rey le conteste o no a su carta no va a afectar a los muchos problemas de toda índole que tienes los mexicanos. Y lo mismo va a suceder si España reconoce o no errores en la Conquista de América (que haberlos, los hubo, pero también esos «pueblos originarios» se exterminaban entre ellos, sacrificios humanos incluidos).
De todas las tonterías que dice sobre la única que AMLO puede tomar decisiones es sobre el comportamiento de las empresas españolas. Que negocie con ellas. Y en caso de que no le gusten los términos de esas negociaciones, que las saque a patadas (el famoso "exprópiese" de Chávez). Y asunto solucionado. Pero luego que no venga con lloros de que no llegan inversiones del extranjero. Porque yo tengo el derecho de no pagar mis tarjetas de crédito, pero cuando mi expediente crediticio se hunda y me cancelen todas las tarjetas tendré que apechugar con las consecuencias. Pues AMLO lo mismo. A negociar o a pagar las consecuencias por no querer hacerlo. Así que menos lloros y más pragmatismo.
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