China nos contagió un virus, el covid-19, por su incompetencia en mantenerlo bajo control, ya en el mercado de Wuham o en el laboratorio de la misma ciudad (me inclino por la segunda opción, porque en dicho laboratorio se trabaja con virus peligrosísimos y con una seguridad manifiestamente mejorable). Después guardaron silencio y mintieron. Mientras tanto no supieron mantener el virus en Wuham y lo contagiaron al mundo entero.
Un mundo que, más mal que bien, consiguió controlar el virus a base de muchos sacrificios, con duros confinamientos primero, menos duros después y finalmente solo medidas sanitarias. Y vacunas relativamente efectivas.
Mientras tanto en China lo único que sabían hacer eran unos confinamientos bestiales, que más eran unos encarcelamientos domiciliarios, cada vez que detectaban un foco, por pequeño que fuera. Y unas vacunas casi ineficaces. Pensaban que así iban a erradicar el virus y lo único que consiguieron fue mantenerlo en los domicilios particulares.
Y cuando los chinos se han cansado de ese encarcelamiento y han protestado, obligando al Gobierno a levantarlo, nos encontramos con una población sin inmunidad y poco vacunada con vacunas casi ineficaces. Como resultado los contagios se pueden contar por millones cada día. Y mientras tanto el Gobierno, como al principio, guardando silencio y hablando solo para mentir.
El riesgo es que, ante esa brutal oleada de contagios, el virus mute de nuevo y consiga escaparse de las vacunas occidentales. Con lo que es posible, por increíble que parezca, que volvamos a la casilla de salida de 2020. Y todo por culpa de un gobierno comunista, el chino, que, como todos los gobierno comunistas, es completamente incompetente y no sabe más que moverse a base de bandazos. Y uno siente una total impotencia porque el mundo no puede juzgar a estos gobernantes por sus completas negligencias, una tras otra.
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