No se puede esperar que un país que no respeta a sus instituciones se respete a sí mismo y tampoco que tenga una democracia fuerte, ya que ella está basada en tener unas instituciones fuertes.
Algunas de las principales instituciones españolas vienen a ser la Corona (ya saben que yo soy republicano presidencialista, al estilo francés, pero lo que hay es lo que hay), el Gobierno, el Congreso, el Senado, el Tribunal Constitucional, el Consejo General del Poder Judicial y los partidos políticos (soy de la opinión de que la Constitución les da un desmedido poder, pero nuevamente es lo que hay).
Pues en los últimos tiempos hemos asistido a un espectáculo que políticamente produce vergüenza ajena. El PP bloqueando la renovación del CGPJ desde hace cuatro años, el Gobierno intentando mangonear el CGPJ como venganza por ese bloqueo, el CGPJ bloqueando la renovación del TC como venganza por el mangoneo gubernamental, el TC votando partido por la mitad parar una ley a todas luces inconstitucional, el Gobierno criticando al TC, la presidenta del Congreso criticando al TC, el presidente del Senado criticando al TC y, para postre, UP, partido que forma parte del Gobierno, criticando abiertamente a la Corona (críticas a las que hay que sumar los demás partidos que apoyan al Gobierno desde fuera). Es lo que recuerdo, pero probablemente habrán sucedido más críticas entre instituciones.
Todas las instituciones mentadas arriba (salvo la Corona, que tiene narices la cosa) embarradas hasta el cuello. Unas instituciones que están llamadas por ley a respetarse unas a otras, no solo de palabra (que también, por supuesto), sino cumpliendo las leyes y los plazos. Y es que en ese respeto va el respeto de un país a sí mismo. Y en ese respeto también va que exista una democracia fuerte.
Mucho ojo, que con las cosas de comer no se juega y los experimentos se hacen únicamente en casa y con gaseosa. Y en España los políticos, encabezados por el Presidente del Gobierno, están jugando con las cosas políticas de comer y haciendo experimentos políticos peligrosísimos.
Muchos hablan de que si Pedro Sánchez sigue en La Moncloa la democracia y la unidad nacional corren el riesgo de desmoronarse. Cierto. Pero la solución no pasa únicamente por un Gobierno de PP y Vox que probablemente tendría a socialistas y comunistas haciendo arder las calles. No digo que tal Gobierno no tuviera legitimidad, que la tendría toda, sino que solamente soy realista; gobernar y revertir todos los desastres legislativos sanchistas sería prácticamente imposible en esas condiciones.
¿Hay solución entonces? Creo que sí. Que los votantes españoles echen a patadas a Sánchez (como los madrileños hicieron con Iglesias) y que Feijóo y García-Paje se sienten y establezcan las bases de una lealtad institucional basada en el Estado de Derecho, el respeto a la Constitución y la aplicación de las leyes. Por parte de todos. Sin Vox o con Vox (el mismo derecho tiene el PP a gobernar con la extrema derecha que el PSOE a gobernar con la extrema izquierda). Y que se cambie lo que se tenga que cambiar. Es eso o un posible caos democrático de consecuencias impredecibles.
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