Cada verano es el más caluroso y cada invierno es el que más frío hace. No es que sea así, claro, es que lo percibimos de esta manera porque nos afectan más los hechos que están sucediendo que los que ya pasaron, de los cuales solo queda la memoria.
Leo por todas partes que la actual crisis política es la peor de la etapa democrática (45 años si contamos desde la Legislatura Constituyente, en 1977). No lo sé. Y digo que no lo sé no para dejar caer que no, sino porque realmente no lo sé.
Y es que desde esa fecha, 15 de junio de 1977, han ocurrido en España cosas gravísimas. La primera fue el intento de golpe de Estado en 1981, en el que un grupo de guardias civiles entraron a tiros en el Congreso de los Diputados y en Valencia un general sacó los tanques a la calle; pero ojo, que además en un momento dado el teniente coronel que lideraba a los golpistas y un general que fue a detenerle sacaron sus pistolas y se apuntaron mutuamente. Pero es que en 1982 se planeó otro golpe de Estado, cuyo plan era previamente asesinar a un montón de gente y acusar de ello a ETA y a la ineficacia gubernamental. Y en 1985 se volvieron a hacer planes para otro golpe de Estado, consistente en un atentado en un desfile militar donde hubiera muerto, entre otros, el Presidente del Gobierno, el vicepresidente, el ministro de Defensa, los jefes de la cúpula militar, el rey, la reina, el príncipe y las infantas, para después, ante el vacío de poder, tomar el mando del país.
Pero el intento y los planes para golpes de Estado no han sido las únicas graves crisis políticas. Recuerdo cuando, recién llegado el PSOE al poder, en 1982, el Gobierno diseñó un terrorismo de Estado contra ETA que durante cinco años asesinó a 27 personas, además de practicar secuestros y torturas. El líder de AP y de la oposición, Manuel Fraga, exministro franquista, cerró los ojos a todo, por una "cuestión de Estado", pero cuando le sustituyo José María Aznar la cosa cambió y utilizó el tema continuamente para desgastar al Gobierno de Felipe González, lo que, sumado a una corrupción socialista sin límites y una brutal crisis económica, parecía que se iba a llevar el país por delante.
Después llegarían los brutales atentados (¿islamistas? ¿etarras? ¿servicios secretos extranjeros? ¿un poco de todo?) del 11 de marzo de 2004 en Madrid, a tres días de las elecciones generales. Las sedes del PP fueron rodeadas el día anterior a las elecciones, el Gobierno barajó la posibilidad de suspender esas elecciones. Aquello parecía que iba a reventar.
Y llegamos a 2017, con la votación en el Parlamento de Cataluña de las leyes de desconexión y de ley del referéndum, la violencia callejera desatada contra todas las Fuerzas del Orden Público, la celebración del referéndum de independencia, la violenta intervención del Estado en ese referéndum, la proclamación unilateral de la independencia de Cataluña y la suspensión de dicha comunidad autónoma como tal mediante la aplicación del artículo 155 de la Constitución. Parecía que eso iba a hacer volar por los aires todo.
Esas son las crisis más graves que me vienen a la memoria que ha vivido España en los últimos 45 años. ¿La actual es más grave que las mencionadas? Repito, no lo sé. ¿Va a tener peores consecuencias? Lo ignoro. Pero eso no minimiza para nada lo que está sucediendo. Mañana más precisamente sobre esto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Después de siete días de la publicación de un artículo todos los comentarios necesitan aprobación.