Creo que nunca he conocido en España un político tan claramente hipócrita como Pablo Iglesias. Se considera pacifista, pero es un sujeto totalmente violento. Va por la vida como feminista, pero ha demostrado su machismo de sobra. Ha dicho defender a los desposeídos, pero en cuanto pudo se hizo con una mansión. Hablaba de democracia interna, pero en su partido él era el dueño. Se cansó de hablar de que los políticos eran una casta especial, pero en cuanto le fue posible paso a comportarse en todo como un especial miembro de esa casta.
Me alegré muchísimo el día que dejó de ser vicepresidente del Gobierno. Me encantó cuando abandonó su escaño en el Congreso. Pero políticamente fue uno de los mejores días de mi vida cuando Isabel Díaz Ayuso le hizo morder el polvo y se vio obligado a abandonar la política. Simplemente genial. Nunca me alegro de las desgracias ajenas, pero está claro que la política española se libró del político tal vez más descaradamente hipócrita de esta etapa democrática.
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