Llegué a Estados Unidos después de haber participado en bastantes iglesias evangélicas en España, todas ellas pequeñas en número e inmensas en idealismo. Y Estados Unidos me robó la inocencia, particularmente mi paso por Miami. Lo primero fue el mercadeo que algunos llamados telepredicadores intentan hacer con el Evangelio; venden desde libros y dvds hasta aceites de no sé qué y aguas del Jordán. Pero Miami fue aún peor, porque allí lo viví personalmente y no a través de la pantalla del televisor. Me estrellé de bruces contra el "evangelio de la prosperidad"; vi como desde los púlpitos se sacaba el dinero a la gente (mucho dinero a mucha gente) prometiéndoles a cambio mucho más dinero o los deseos que ellos tenían. Pude comprobar instituciones religiosas que movían internamente sus hilos de tal manera que harían palidecer de envidia a algunos partidos políticos. Y sentí dolor.
Que nadie me malinterprete; no se trata de una crisis de fe o algo así. Al igual que la falsa imitación del oro no hace desaparecer el oro verdadero, tampoco estos mercaderes espirituales interesados en el dinero de la gente y la manipulación de las masas hacen desaparecer a las verdaderas iglesias comprometidas realmente con las necesidades de las personas individuales. He visto y sigo viendo iglesias evangélicas interesadas en el individuo, en la familia, en el barrio, en la sociedad. Pero también he visto y sigo viendo iglesias supuestamente evangélicas interesadas únicamente en tener dinero y poder. Y me duele.
Los escándalos financieros y sexuales de esos pastores, que cualquier día se pondrán a vender plumas del arcángel San Gabriel o clavos de la cruz de Cristo, son frecuentes. ¿Todavía no te has topado con los pastores espiritistas que se comunican con dios y los espíritus, hablan con el demonio y quitan males de ojo? Esos son los más cómicos, aunque según se mmire también los más pavorosos.
ResponderEliminarEvidentemente, no es una crisis de fe, es una crisis de la razón. Para interesarse por el individuo, el barrio, la sociedad, etc., no hace falta la religión.
ResponderEliminarBasta con ser libre para definir la intensidad de ese interés.
La religión, como el colectivismo, es nefasta para la salud (sobre todo, para la mental).
Saludos.