Hace unos días sucedió algo que podría volver locas a muchas empresas en España. Una compañía retiró una campaña publicitaria por la presión de los consumidores.
El hecho podría parecer en principio anecdótico, pero para nada lo es. Hace tiempo en determinadas páginas de internet se pudieron leer listas de productos a los que se hacían boicot, y creo que algunas de ellas incluso fueron cerradas (una barbaridad), no recuerdo si por orden gubenamental o judicial (escribo de memoria sobre ello).
La cuestión es que el asunto mencionado en este texto demuestra que las compañías tienen un gran temor a un verdadero boicot, que les produciría grandes pérdidas económicas. Y si esa amenaza de boicot se pudo hacer contra esa firma a través de Twitter, un boicot real y efectivo se puede llevar a cabo en esa misma red social (y en otras a la vez, a lo que se pueden sumar los blogs) contra productos cuyas empresas haya constancia de que apoyan, por ejemplo, al nacionalismo catalán antiespañol de CiU, o al indenpendentismo proetarra de Bildu.
El Gobierno español no puede controlar Twitter, o Facebook, o Myspace, o los blogs alojados en servidores extranjeros. Es, por lo tanto, una cuestión de activismo de los consumidores contra marcas indeseables. Cuando se quiere se puede. La experiencia mencionada aquí lo demuestra.
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