Solamente así puede calificarse una sociedad que en su mayoría a lo largo de decenios ha aprobado el terrorismo etarra o ha mirado para otro lado. Cuando se cumplen veinte años del terrible secuestro y asesinato dos días después de Miguel Angel Blanco se habla mucho de que en aquellos días hubo una gran movilización de la sociedad vasca. Es evidente que una parte de ella sí se movilizó. Pero fue la que ya estaba en contra de los crímenes de ETA, que salió a la calle para demostrarlo. Pero la otra parte, la mayoritaria, la que los apoyaba o miraba para otro lado, siguió por donde solía.
A los hechos me remito. En las elecciones vascas que se celebraron poco más de un año después de ese, repito, espantoso secuestro y asesinato, los etarras políticos, con Otegi a la cabeza (¿os suena?), fueron la tercera fuerza más votada, a menos de treinta mil votos de la segunda. Mientras tanto las elecciones las ganó claramente, ¿adivináis?, el PNV, es decir, los que miraban para otro lado ante el terrorismo etarra, los que no compartían pero entendían, y demás. Mientras que EA, que se mantenía en medio entre los que apoyaban y los que entendían, consiguió un no desdeñable quinto puesto.
¿Queréis más pruebas de la enfermedad social del País Vasco? Pues aquí va otra. Esas tres fuerzas nacionalistas se unieron para formar gobierno. O sea, los que apoyaban incondicionalmente a los terroristas, los que miraban para otro lado y los que estaban en medio, todos juntos.
Cierto que los terroristas políticos no entraron en el gobierno, pero lo apoyaron desde fuera. ¿Y por qué lo apoyaron? Pues, y aquí tenemos la prueba definita de la enfermedad social vasca, porque dos meses antes de las citadas elecciones PNV y EA habían firmado (sí, firmado) un acuerdo con ETA (sí, con ETA, la que mantuvo en un secuestro de un año y medio a Ortega Lara en un inmundo agujero -que hubiera sido más si la Guardia Civil no le hubiera liberado-, la que secuestró y asesinó a Miguel Angel Blanco, la de los centenares de asesinados -ya por aquella época- de un tiro a traición en la cabeza o por un coche bomba) en base al cual, básicamente, PNV y EA se comprometían en dar pasos hacia la independencia de Euskal Herria y a cambio ETA dejaba de matar, aunque se mantenía operaiva (y esta cosa, señoras y señores, repito, la firmaron PNV y EA). A todo lo cual básicamente se unió todo hijo de vecino nacionalista en el llamado Pacto de Estella.
Y ganaron. Por 754.022 votos a 487.533.
Es verdad que aquello luego salió mal y ETA volvió a las andadas. Pero ahí queda el acuerdo entre nacionalistas de todo pelaje y terroristas solamente un año después de la supuesta movilización social vasca por el secuestro y asesinato de Miguel Angel Blanco.
Y lo anterior, por duro que sea, es solamente un ejemplo. Hay mucho más. Los podéis ver, por ejemplo (valga la redundancia), en un blog muy recomendable, El Liberal de Bilbao.
A todo lo que hay que sumar un hecho no precisamente pequeño. A ese nacionalismo vasco que miraba para otro lado cuando ETA secuestraba, torturaba y asesinaba se le ha mimado desde el Gobierno de España, por al menos los últimos cuatro Presidentes de Gobierno de la democracia (Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy; no dispongo de datos en mi memoria sobre Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo-Sotelo), otorgándoles privilegios a cambio del apoyo de sus diputados. O sea, que desde el Gobierno de España se ha mirado para otro lado para no ver que los del PNV miraban para otro lado mientras ETA secuestraba, torturaba y asesinaba.
Estos son los hechos. ¿Qué se puede hacer ante ellos? Pues no lo sé. Si Alemania se desnazificó después de la Segunda Guerra Mundial supongo que el País Vasco también se podría desnacionalizar. O no. Porque no estoy seguro. Y tal vez lo único que se pueda hacer es mirar para otro lado, como si nada de lo que ocurrió hubiera ocurrido. E intentar, eso sí, que jamás vuelva a ocurrir. Para lo cual es necesario no olvidar que ocurrió.
Y seguir adelante con la enfermedad. Como esas enfermedades incurables no mortales (en principio), con las que hay que convivir, con sus achaques. Pero, eso sí, controlándolas con medicinas para que no empeoren.
Salvo honrosas excepciones, para mí el País Vasco perdió la V hace tiempo.
ResponderEliminarComo he dicho en el escrito, es una sociedad completamente enferma, y lo peor es que no se ve en el horizonte cura alguna contra esa enfermedad.
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