Ya conté la historia del bebé Charlie, de quien los jueces británicos y europeos decidieron que su vida no valía la pena y era mejor su muerte. Ahora han aparecido posibilidades de cura para su enfermedad. En base a las mismas se celebró una nueva vista judicial. El caso parecía claro. Si el hospital donde está no puede ofrecerla nada, pero otro hospital sí, que trasladen al bebé y punto, como es la voluntad de los padres.
Pues no. El juez, incomprensiblemente, en vez de dejar que los padres (que están demostrando ser unos excelentes padres) se llevén a su hijo a donde consieren oportuno y punto, lo que hizo fue dar "hasta el miércoles por la tarde de plazo para demostrar que el tratamiento experimental, que está siendo usado en 19 pacientes en todo el mundo, puede aportar una mejoría ante la anomalía genética de Gard."
Cuando uno lee el anterior artículo, particularmente los tres últimos párrafos, se le desgarra el corazón. Lo que vemos es el mundo al revés. Unos padres que quieren salvar la vida de su hijo y un sistema judicial que les ponen todas las trabas posibles para que lo hagan. Lo dicho, una auténtica barbaridad. Pero, aún en medio de toda esa barbaridad, hay esperanza para el bebé Charlie.
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