Es dramático leer que toda una cadena de jueces deciden que una vida de un niño de diez meses, Charlie Gard, no vale la pena ser vivida, en contra de la voluntad de sus padres. Hablar de que el bebé está padeciendo daño en totalmente ridículo, en una época en que hay medios de sobra (repito, de sobra) para mantener a una persona completamente sedada sin que padezca ningún sufrimiento.
Lo anterior debería ser suficiente. Nadie tiene derecho a matar o dejar morir a otra persona, y menos a un bebé contra la voluntad de sus padres. Pero es que hay más. A estos padres se les está negando que trasladen a su hijo a Estados Unidos para intentar su cura a través de un tratamiento experimental. Lo que convierte la auténtica barbaridad de la muerte del crío en una barbaridad aún mayor.
Y todo edulcorado con el término "muerte digna". Pues no, no lo es, es eutanasia pura y dura. Repito, abusando de la redundancia, una auténtica barbaridad.
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