Le detuvieron por robar un cartel hace un año y medio y le condenaron a 15 años de trabajos forzados. Las imágenes que he podido ver de él en televisión en la parodia de juicio son terribles, mostrando una persona completamente hundida, física y psicológicamente. Hace una semana le devolvieron a casa en estado de coma, diciendo que entró en dicho estado poco después del juico tras sufrir un brote de botulismo y tomar una pastilla para dormir. Murió ayer.
Independientemente de la desproporción entre el hecho cometido y la pena, solamente hay una pregunta que muestra la brutalidad de este régimen comunista norcoreano: ¿por qué no le mandaron a casa cuando entró en coma? Simplemente no hay respuesta.
Y que conste que, por muy terrible que sea el presente caso, es únicamente un ejemplo, posiblemente no el peor. Las terribles violaciones de los derechos humanos en la comunista Corea del Norte son la constante diaria, donde, por poner otro terrible ejemplo, los disidentes políticos son recluidos en campos de reeducación y trabajo, en los mueren un 40% por malnutrición, y donde los abusos de todo tipo, torturas y ejecuciones son la norma cotidiana.
Así están las cosas, repito, en la comunista Corea del Norte. Ese país que, dicho sea de paso, es apoyado por las juventudes del PCE, partido hegemónico de IU, grupo coaligado con Podemos.
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