Con la deserción de España de Kosovo y lo mal que ha sentado la misma a Estados Unidos se puede aplicar lo del dicho que el pan en casa del pobre dura poco. Parecía que todo iba a ir viento en popa a toda vela entre España y Estados Unidos con la victoria de Obama, y va este asunto y saca del sueño a los soñadores y les devuelve a la dura realidad.
En su día expresé mis dudas sobre la declaración de independencia unilateral de Kosovo, dudas que sinceramente eran más desde el punto español que desde el punto de vista de la dura realidad kosovar. Por eso entiendo que la situación se había tornado complicada para el Gobierno español, al estar protegiendo de facto una independencia que no compartía. Pero las cosas tampoco se hacen así. Hay obligaciones que cumplir con los aliados de la OTAN, y por lo tanto hay decisiones que no se pueden tomar unilateralmente. Se podía y se debía haber explicado la posición española a los demás países aliados, y tomar la decisión final de acuerdo con ellos, y con contrapartidas razonables, como podría ser incrementar la presencia española en la misma cantidad de efectivos en otro teatro de operaciones.
Pero parece ser que la diplomacia no es el fuerte de Zapatero y su Gobierno, que se dedica en el plano internacional a tomar decisiones al más puso estilo del precedente iraquí, que más que incomodar llegan a disgustar profundamente a nuestros aliados, particularmente a Estados Unidos, independientemente de quien sea el inquilino de la Casa Blanca.
En fin, que con estos lamentables mimbres diplomáticos hay que hacer los cestos que se pueda en materia exterior, y ya se ve la calidad de los mismos.
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