El ser humano cree que ha destruido a Dios (con mayúscula) para ponerse en el lugar de El y así poder jugar a ser dios (con minúscula), para, entre otras cosas, crear vida en los laboratorios y destruirla en los hospitales, decidir que vida vale la pena ser vivida y cual no.
Estoy hablando en particular de Andrea, la niña de doce años que padece una enfermedad incurable, a la cual sus padres han pedido que se le quite la vida para, dicen, que no sufra. Los médicos, renuentes a ello al principio, al final flexibilizaron su posición, y ya le han retirado la alimentación, lo que producirá que la pequeña morirá de hambre. Y hasta que se produzca el fatal desenlace esos mismos médicos le van a administrar fármacos para que esté completamente sedada hasta el momento de su muerte, para que no sufra, dicen.
Pero, digo yo, si la pueden mantener en estado de sedación total para que no sufra por haberle quitado la alimentación, ¿por qué no podrían mantenerla en ese mismo estado de sedación, alimentándola, para que no sufriera los efectos de su enfermedad? Personalmente no entiendo que se pueda dar medicamentos a una persona para que no sufra en su muerte, pero no se le puedan administrar esos mismos medicamentos para que no sufra estando viva.
Claro que se puede. Los adelantos médicos de hoy en día permiten mantener una persona con vida completamente inconsciente, sin que sienta absolutamente nada. ¿Pero qué sentido tiene una vida así?, puede ser que se pregunten algunos, probablemente muchos. ¿Acaso eso no es prolongar el sufrimiento de los familiares del paciente, al ver a su ser querido en ese estado día tras día, sin la menor esperanza de recuperación?, podrán preguntar también.
Y ese es el problema. No somos nadie para decidir que vida tiene sentido y que vida no lo tiene. No somos nadie para matar (aunque sea indirectamente, pero matar al fin y al cabo) a una persona para que sus familiares dejen de sufrir.
Aceptando la eutanasia (tal vez pasiva, pero eutanasia al fin y a la postre) estamos entrando en un camino extremadamente peligroso, que nos llevará a ampliar cada vez más los motivos para aplicar esa eutanasia, que posteriormente se convertirá en activa para según que casos. Y ahí entramos en una franca manipulación por parte de los familiares (su sufrimiento, de ellos) y de los recursos médicos (los costos de mantener a un paciente incurable con vida), de sobra conocida por todos, que se ve a las claras en muchos casos de ancianos, los cuales son ya una carga para la sociedad en general y para sus familiares cercanos en particular.
Repito, el ser humano jugando a ser un pequeño dios. Lamentable. Es más, condenable. Completamente condenable.
Muy de acuerdo con usted..
ResponderEliminarMuchas gracias. Un saludo.
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