La guerra no se gana con discursos. Para ganar la guerra hay que ir a la guerra. Ese es, a veces, el precio que exige la libertad.
Es la conclusión de un artículo, sencillamente extraordinario.
Muy destacables también estas frases:
Hasta hace bien poco, la alianza entre la musculatura militar norteamericana y el legado cultural europeo le daba legitimidad a la idea de una civilización occidental. ... Pero ahora, me temo, nos hemos quedado sin lo uno y sin lo otro. O nos damos prisa en recuperarlo o no habrá canto de La Marsellesa capaz de ahogar el himno yihadista de la muerte.
Básicamente lo mismo que vengo diciendo desde hace no sé cuanto tiempo. Las palabras y las ideas están bien, son buenas y también necesarias. Pero no bastan para derrotar al que quiere robarnos nuestra vida y nuestra libertad. Para derrotarlo además hay que ir a la guerra que ese enemigo nuestro ha comenzado.
Un texto el de Luis que, en fin, hay que leer de principio a fin.
Y a pesar de ello, lo que dice José García Domínguez, en otro artículo igualmente extraordinario:
Para Trévidic, que es lo mismo que decir para el Estado francés, el ISIS pretende conquistar "el premio Goncourt del terrorismo". Literal. Su listón de autoexigencia homicida, razona ahí, está en las Torres Gemelas de Nueva York. Desbancar a Al Qaida en el podio del imaginario yihadista, su objetivo manifiesto en este momento, requiere diseñar atentados que se muevan en parejo orden de magnitud apocalíptica. Y el escenario será Francia.
Y concuerda con Luis Herrero en la solución, pero concluye con pesimismo realista:
Solo resta, pues, una única opción: derrotarlos militarmente en el campo de batalla en una confrontación abierta y frontal. Es el único camino. Mientras tanto, mentalicémonos en Europa para el Gran Terror. Porque lo peor, en efecto, aún está por llegar.
Otro artículo que hay que leer desde el comienzo hasta el final.
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