Los que ya peniamos muy poco pelo nunca hubieramos podido imaginar el lodazal en el que se ha converido la política española. Cierto que nunca es que nunca fue precisamente de la Sorbona. Pero entre aquellos Felipe González y Adolfo Suárez (y Fraga y Carrillo incluso) y estos Rufián, Iglesias, Echenique, Lastra, Garzón, las Montero o Egea (o Sánchez, Casado y Abascal, que tampoco dan para mucho) hay un abismo. El nivel parlamentario ha bajado hasta el lodo.
Pero hay algo de esperanza. Aún se pueden escuchar con respeto (independientemente de si uno está de acuerdo o no con lo que dicen) las interveciones de Inés Arrimadas, Ana Oramas, Nadia Calviño, Cayetana Alvarez de Toledo, Ana Pastor, Macarena Olona, Yolanda Díaz o Edmundo Bal (un solo hombre, he intentado poner más, pero es que no me viene ninguno a la mente).
El lodazal del presente es enorme. Pero de cara al futuro aún hay alguna esperanza. Que es lo último que se pierde.
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