Uno lee el extraordinario artículo de Casimiro García-Abadillo en El Independiente, en el cual, con su inigualable estilo, describe los hechos conocidos hasta ahora sobre las cloacas de Podemos y de Pablo Iglesias, y no tiene más remedio que seguir sorprendiéndose del nivel de la política española en general, de Podemos en particular y de Pablo Iglesias muy en especial, un nivel, literalmente, de subsuelo, de cloaca, vamos.
La realidad es así de cruda: A Pablo Iglesias García Castellón le retiró la consideración de perjudicado en la causa, hasta el punto de que podría decidir si remite al Tribunal Supremo una exposición razonada pidiendo la imputación del vicepresidente al menos por un posible delito de destrucción de pruebas, con el agravante, entre otros, de que han aparecido informaciones que ponen de manifiesto la relación y la colaboración existente entre el fiscal Stampa y la abogada [de Iglesias] Flor.
Hay que leer el texto completo. Y darse cuenta de que este sujeto es hoy por hoy vicepresidente del Gobierno de España. Alguien que, además, clamaba que había una conspiración contra él, cuando todo apunta que el que estaba fraguando una auténtica conspiración, utilizando incluso a la Fiscalía, era precisamente él.
A lo que hay que añadir que no veo yo que la oposición esté haciendo lo que debe hacer. Lo único que están haciendo es alguna pregunta parlamentaria, casi obligada de cara a sus votantes con la lluvia que informaciones que están apareciendo sobre el caso. Y nada más. ¿Por qué? ¿Acaso porque ellos tienen también trapos sucios que ocultar, y no quieres que un Iglesias acorralado se los saque? ¿Por eso prefieren dejar que prensa y jueces hagan solos algo en lo que la oposición debería cooperar activamente? Solo pregunto.
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