Lo leo y me cuesta creerlo:
La ONU pide gravar los beneficios extraordinarios de las petroleras para pagar la factura de la crisis climática. António Guterres reclama que se redirijan esas ganancias a las personas que no pueden afrontar el aumento de precio de los alimentos y la energía, y a los países que sufren los impactos del calentamiento.
Eso tiene un nombre. Comunismo. Comunismo verde, pero comunismo al fin y al cabo. Un comunismo que, y esto es muy importante, no lo pagarían las petroleras que menciona Guterres a traves de gravar los beneficios extraordinarios. Para nada. Porque en el caso de que existiera ese gravamen las petroleras lo repercutirían en el precio final del combustible. Lo que supondría, además de una automática subida de la gasolina, una inflación general (de sobra es sabido que cuando sube el combustible sube todo, por el transporte, como alimentos, ropa, transportes aéreos, etc.).
¿Y quién pagaría todo eso? Pues simplemente la clase media trabajadora, que como consecuencia vería recortado (y puede que bastante) su nivel de vida.
De eso se trata, de exprimir todo lo que se pueda a la clase media de los países desarrollados para financiar a los países más pobres, que serán aún más pobres debido a que les afectará de forma totalmente negativa a su desarrollo todas las medidas contra el calentamiento global (prohibiciones para acceder a energías baratas). Dinero que además, como ya dije, la inmensa mayoría se quedará por el camino, tanto en burocracia como en corruptelas de los dirigentes de esos países tercermundistas.
Pero hay algo positivo en todo lo anterior. Se agradece el descaro de la ONU en esta defensa del comunismo verde. A partir de ahora el que no lo vea será porque no quiere hacerlo.
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