Ya he perdido la cuenta
de las buenas oportunidades políticas que los españoles se han cargado. Así, de memoria, recuerdo tres, la UCD de Landelino Lavilla, el CDS de Adolfo Suárez y la UPD de Rosa Díez. Ahora llega la siguiente, Cs.
La desgracia quiso que Albert Rivera, más centrado (o descentrado) en su vida personal que en sus quehaceres políticos, no supiera aprovechar la ocasión para forzar elecciones cuando iba primero en las encuestas; y la misma desgracia también quiso que Pedro Sánchez aprovechara la primera ocasión que tuvo para hacer una moción de censura y cargarse a Rajoy. Lo demás es de sobra conocido. Rivera le entregó a Inés Arrimadas un Ciudadanos hecho unos auténticos zorros y a la jerezana no le ha sido posible levantarlo; no digo que ella no haya cometido errores (como acercarse demasiado a Sánchez), pero la tarea era casi imposible (sin el casi, como se está demostrando).
Y la muerte a cámara lenta del partido centrista continúa. Por un lado Edmundo Bal le declara la guerra política a Inés Arrimadas y se presentará a las primarias. Es su derecho, sin duda. Pero eso es abrir en canal el partido, reventando las pocas posibilidades que tiene, como lo demuestra el hecho de que Begoña Villacís abandonará Ciudadanos si quien lo lidera es Bal. Y se hace necesario recordar que Villacís a día de hoy es el más importante activo político del partido liberal. Sin Arrimadas y sin Villacís un Cs dirigido por Bal solo tiene como destino el despeñadero político.
Ciudadanos es hoy por hoy la única opción política medio decente (recalco, medio). Y se la están cargando. Probablemente se la han cargado ya. Está con respiración asistida y solo falta desconectar el respirador para que haya que certificar su muerte. Desgraciadamente.
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